Por supuesto, había que subir. Debía de ser emocionante. Madrugamos un montón, llegamos al embarcadero de noche completamente. Todo era oscuridad, menos unos puntos luminosos. Al cabo de unos largos minutos, quedamos colocados al fin en la "cesta". Y el globo rugió, y poco a poco comenzó a subir. Y subir. Y subir. Y a sobrevolar los tejados, las rocas heladas, sobre árboles, sobre riscos. Como nosotros, otros muchos globos flotaban entre el hielo del aire y danzaban dando vueltas y subidas o bajadas sin parar. En la fase final del trayecto algo pasó en nuestra nave. Observé que circulaba muy rápido y muy cerca de las copas de los árboles, después remontaba el vuelo también raudo y volvía a descender de forma anómala, pensaba yo, aunque no estaba convencido del todo pues yo ignoraba qué era "normal" en la trayectoria de un globo cuando aterriza. Y al fin se confirmaron mis temores: el globo primero rozó demasiado rápido las ramas de las copas de unos árboles, continuó descendiendo también demasiado rápido teniendo en cuenta que la tierra estaba cerca y finalmente dio un enorme golpetazo toda la nave aerostática contra la falda de una montañita de dura arcilla en el "santo suelo" de Capadocia.
El paisaje de la foto pudo haber sido lo último que pude haber visto en esta vida....

El paisaje de la foto pudo haber sido lo último que pude haber visto en esta vida....

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