Martin Gallego
Enfocando

Antonia, mi suegra.
¿Puede tener alma un objetivo fotográfico? Evidentemente no, pero los hay que se hacen querer seguramente por cuestiones personales. Hace muchos años utilizaba un Zeiss de 50 mm f:1.7 en una cámara Contax Aria de carrete, una lente maravillosa que dejé de utilizar con la llegada del autofoco y luego las digitales. Aún a día de hoy añoro ese objetivo pequeño, nítido y contrastado que daba unos colores con carácter que me marcaron para siempre, aunque en el recuerdo seguramente todavía lo hago mejor.
Por otro lado, hay fotógrafos que hacen del 35 mm o equivalente, su objetivo principal para contar historias. Es una focal que obliga a sintetizar, a elegir que queremos meter en el encuadre porque no es muy angular, pero a la vez es ideal cuando estamos entre personas porque su estética es muy natural.
Además, estos días he revisitado las imágenes del amigo Tino Soriano y he vuelto a recordar que, en fotografía, utilizar un 35mm es una filosofía de vida que te obliga a implicarte en lo que está pasando.
Así es que por los motivos que he enumerado, he buscado un pequeño Zeiss de 24mm f:1.8 con la mítica T* roja, equivalente a un 35 mm de carrete, para montar en la cámara que utilizo habitualmente. Me hago mayor y seguramente me estoy volviendo un poco romántico, por eso no he podido resistir a darme ese pequeño lujo, en realidad una motivación más para fotografiar.
Y si es gente, mejor.